El Rumbo errado
Por Nicolás Panizza *
Como periodista no pretendo ser objetivo, ya que la objetivad es una
categoría totalmente destruida por las ciencias sociales y también por los
pensadores del periodismo. Sólo se puede ser honesto. Por eso aclaro que hablo
como docente, discuto desde dentro, no desde fuera.
Si bien individualmente se puede o no estar de acuerdo con la decisión
docente de no aceptar la propuesta salarial y continuar con los paros, la
última resolución fue tomada por la mayoría, a través de un órgano democrático
y soberano, que es la única herramienta de lucha de los trabajadores: El
sindicato. Y los docentes somos asalariados. Un Patrón (El Estado) es el
propietario del medio de producción: la Escuela. Este Dueño nos paga un
salario por nuestra fuerza de trabajo (nuestra capacidad para trabajar). Si
después ese mismo Patrón no se quiere hacer responsable de lo que
produce su “fábrica”, es su exclusiva deuda. Y en este caso, la deuda es social
y humana, porque ese “producto” es una persona, que debería salir del
secundario formado como un ciudadano crítico y solidario, capaz de afrontar la
vida y cambiar la sociedad. ¿A quiénes les conviene la falta de educación? ¿A los docentes? o ¿A los que prefieren mantener a grandes
sectores de la sociedad marginados a través de una cadena que incluye: MISERIA
+ EXPLOTACIÓN PATRONAL + CLIENTELISMO POLÍTICO.
Cada palabra del discurso del gobernador expuso el mismo error de
enfoque que arrastra la educación argentina de los últimos 40 años. Desde que
Arturo Illia fue derrocado, el presupuesto en
educación fue reducido a migajas y este problema se agudizó en los noventa con
la transferencia educativa de la nación
a las provincias. ¿Quiénes aceptaron ese traspaso sin chistar? ¿Los docentes o los
políticos de turno (cuyo turno es largo porque siguen estando)?
Cada mensaje denotaba tedio y desgano, como aquel que está hablando de
algo que no le importa, como alguien que tiene que comprar algo que no
necesita. Y aquí está el error de fondo. El discurso gubernamental, del mismo
modo que sus antecesores, sigue considerando a la educación como un gasto, como
dinero tirado, como plata quemada.
Lo que sucede, es que para la sociedad capitalista en que vivimos y a
sus diferentes gobernantes, sean del partido político que sean, la milenaria
frase de Pitágoras de Samos, “Educad a los niños y no será necesario castigar
a los hombres” les ha quedado lejos, olvidada y en fin, totalmente
descartada. En esta sociedad que tiene como fin último la ganancia y
acumulación de dinero, la cultura y la educación son valores que quedaron al
pie de una escala liderada por la ambición y el individualismo.
Entonces, para los
diferentes representantes políticos y para una parte de la sociedad que ve
reproducir su capital sin trabajar, la escuela es más un inconveniente que una
posibilidad. La concepción de la educación como un gasto, como algo que molesta
y hay que privatizar, como una hernia que incomoda y debe ser extirpada de lo
público para ser dejada en manos del ámbito de lo privado: del mercado
capitalista, se viene profundizando gracias a la lógica neoliberal que nos
avanza desde hace 40 años. Es esta lógica la que continúa revelando el discurso
oficial. Fueron los docentes con sus gremios y los movimientos sociales los que
se opusieron al neoliberalismo, y con su lucha evitaron que desaparezca la
escuela pública, esa escuela a la que acceden los hijos de los trabajadores.
Cuando Urribarri,
el gobierno nacional o quien sea, se niega a invertir más en educación pública,
lo que hace es negarle el derecho y la posibilidad a los más necesitados, a los
hijos de nuestra sufrida clase trabajadora, que tiene todo el derecho a exigir
una escuela pública de calidad, que le permita a sus hijos vivir mejor de lo
que viven sus padres. Esa chance es negada
sistemáticamente por las políticas educativas de los gobiernos y de las grandes
corporaciones del capital concentrado que direccionan
los presupuestos, no por los docentes. En la década menemista,
el F. M. I revisaba en Washington los planes de estudio de la argentina, no los
docentes.
Parece fácil culpar a los
educadores y echarles encima toda la responsabilidad de llevar adelante la
educación, pero son los representantes
políticos los que deciden el presupuesto, tanto nacional como provincial, y son
ellos los que deciden invertir monedas en educación y salud, pero millones en
subsidios a empresas privadas.
Le resulta sencillo al
gobernador atacar discursivamente a asalariados como los docentes y no ceder
ante sus reclamos, pero bien que ante las recientes presiones de otros sectores
más poderosos (propietarios), tuvo más cuidado y terminó consiguiendo
diferentes acuerdos en la Nación.
Con estas palabras, no afirmo que todo ande mal en la provincia ni en el
país, como los grandes medios quieren presentar para generar descontento en la
clase media siempre insatisfecha, pero sí queda claro quiénes son los
responsables de lograr una educación pública de calidad para los hijos de los
trabajadores. El responsable máximo es el Estado, y semejante verdad no se
puede ocultar con un discurso distorsivo y mentiroso,
que apela a responsabilizar a los trabajadores por el mal funcionamiento de la
“empresa”. Parece que para los “defensores” de la redistribución del ingreso,
ahora la culpa de todo es de los asalariados y no de los patrones. Entonces se
sigue recortando los salarios reales de los trabajadores y aumentando los
subsidios a los patrones. Rara fórmula para repartir la riqueza ¿No?.
* Nicolás Panizza, Rosario del Tala, Periodista y Docente.
22 de agosto de 2008