Un
pequeño homenaje para compartir
Venite acá, hijo / que acá está más cálido. / Éstas son
las noches de invierno que extraño, / iguales a aquellas de cuando / tenía tus
años. / Sabés? Antes de la tele y las computadoras, / cuando el mundo era / un
poco más joven, / los hombres más viejos contaban historias / que los más
chiquitos, con los ojos grandes, / y llenos de asombro, / oían callados.
Yo tengo un buen cuento / para vos, mi cielo, / que es también mi historia / y
parte de la tuya / Acá va. / Escuchalo.
Érase una vez una maestra / de aquellas que sólo puede dar el campo; / moldeada
en la tierra que hace muchos años / los comechingones sueñeros pisaron, / donde
los ranqueles pelearon al huinca; / y la misma tierra que surcó el arado / de
abuelos gringos que un día llegaron / matando hambre-espanto / con
hambre-milagro.
Maestra de sulky, de mate cebado, / de compartir fríos en crudos inviernos / y
calores machos en machos veranos.
Hada señorita de cuarenta enanos / que entraban al mundo / de su mano.
Maestra guía de querer la Patria, / de saber que el más chico de sus
chiquititos / es mucho más Patria / que aquella / que viene del bronce / y que
está en las plazas
montada en rampantes caballos.
Maga señorita de enseñar Cabildos / en hojas de canson / y pintar caritas con
corcho quemado / cada 25 de mayo.
Maestra coraje de emociones fuertes, / de curar heridas, de emparchar empachos
/ y arreglar cansancios. / De llorar parejo más de lo debido / porque no hay
manera de poner / consuelo donde sólo cabe / el llanto más amplio.
Era ésta maestra también consejera; / de enseñar caminos / entre los rencores
que alejan amigos, / entre los temores que apagan familias, / entre los dolores
que vencen ancianos. / A veces sanando, / las más compartiendo miedos,
sufrimientos, / quieros y cansancios.
Maestra de Vida / que dejó la suya / entre campo y ranchos, / al pié de la
sierra, / donde el sauce llora / en el arroyo manso.
Mi mamá y amiga.
Es mi orgullo, hijito, decir que heredamos / su corazón puro, sus grandes
abrazos. / Y sueño que a veces / mi mamá, / tu abuela, / mi mami maestra /
vuelve a darnos clases, guía nuestras manos / que escriben temblando / nuestros
pasos.
Diosito la manda / a darnos alivio, / en cada nenito / de delantal blanco.
Daniel Frini