¿RENUNCIAR A LA CORONA PARA DEFENDER LA BOLSA?

Por Guillermo Bernasconi

Congresal AGMER Uruguay

Ante un nuevo conflicto de representatividad entre los sectores políticos por sucederse en la administración del estado, para seguir garantizando los amplios márgenes de ganancia de las minorías parasitarias a costa de la miseria de los trabajadores, debemos ratificar nuestra política de autonomía de clase que nos sitúe enfrentados al gobierno y a los sectores reaccionarios de la  oposición encolumnados con el ruralismo.

Estar enfrentados al gobierno y a la oposición no significa caracterizarlos como lo mismo, es más, hay sectores de la oposición con una concepción tan reaccionaria que cualquier crítica al gobierno podría entenderse empequeñecida, aún en contra de la voluntad.

El gobierno no representa los intereses de los trabajadores, tal como lo demuestra la permanente transferencia de riqueza a los sectores del poder dominante, la política que mantiene las desigualdades sociales entre los que más tienen y los que menos tienen, los salarios mínimos, la inflación creciente, los permanentes subsidios a una pequeña y gran burguesía (ambas carroñeras) y en el caso que me convoca, seguir con el pago de la deuda externa ilegítima y fraudulenta.

Por otro lado la derecha que se alineó al bloque “ruralista” se muestra con características más violentas y extremistas: las permanentes connotaciones xenofóbicas, racistas y el ataque a las organizaciones de derechos humanos muestran su matriz ideológica fascistoide, alineada con la embajada de los Estado Unidos, defendiendo un programa de sumisión al imperio para atacar los procesos de liberación latinoamericanos.

Esta derecha reaccionaria parece llamada a resolver la pregunta “¿Cómo esquivar el peligro de su gobierno propio?”[1]: despojados de su halo democrático reviven inspirados en el golpe de honduras, con una confluencia de sectores: religiosos, militares, mediáticos, judiciales y del poder legislativo.

La prensa plumífera[2] embanderada en la defensa de la renta extraordinaria, o la que exageró las virtudes nacionales y populares del gobierno, siguen poniendo el debate donde no está, así lo hicieron en el dado en llamar  “conflicto del campo”, no ponía en el centro de disputa las verdaderas relaciones de explotación sobre la que se sostiene el actual régimen -defendido por el gobierno y por los ruralistas-. Algo parecido surge ante el debate actual sobre el pago de la deuda externa. La superficialidad formal sólo se aproxima a exagerar los desacuerdos del gran pacto entre las cúpulas políticas del oficialismo y la oposición: ambos plantean que a la deuda hay que seguir pagándola: con reservas o con más ajuste fiscal, ése parece ser el dilema -salvo minoritarias y honrosas excepciones-.

Los sucesivos pagos de la deuda ilegítima sumado a las reservas del banco Nación, siguen teniendo el mismo origen que el capital: son trabajo no remunerado a los trabajadores, además de una unidad de medida equivalente a la vida miserable en que se viene sumiendo a la mayoría de la población.  

Seguir el debate parlamentario es un buen ejemplo de la honestidad bruta de las castas dirigentes, relatadas en un lenguaje llano y esquivo, tanto del partido gobernante como de la oposición autoconvocada, ambos se muestran ante el imperio y/o las clases dominantes locales como los mejores defensores del régimen de injusticia basado en la explotación de los trabajadores, “honrar la deuda como a sí mismo”, es una de las máximas que con más insistencia se exponen.

En el escenario del lock-out patronal, los trabajadores no pudimos aparecer como una tercera alternativa que agudizara el avance expropiatorio a las rentas extraordinarias, en el contexto actual deberemos volver a debatir con la militancia popular la necesidad urgente de establecer un programa alternativo que rescate las reivindicaciones históricas de los trabajadores, evitando caer en la trampa de la simpatía por oposición y terminar encolumnados en las disputas mezquinas de las clases dominantes.

Debemos llamar a la militancia popular a no reciclar los triunfos de la derecha como propios y construir la organización político-social para que el conjunto de los trabajadores discutamos la forma de producción y la distribución de la riqueza.

Por el camino de la independencia de clase, se hace urgente plantear otro rumbo, concibiendo la necesidad de una sociedad que no perpetúe la explotación como el único horizonte insuperable de nuestra época[3]. El beneficio patronal siempre se nutre del trabajo del conjunto de los trabajadores, preocuparnos por reformar tal o cual modo de injusticia nos demora en la construcción de la organización político-social hacia una sociedad mejor.


[1] C. Marx, El 18 Brumario de Luís Bonaparte, OBRAS ESCOGIDAS, Bs. As.,Ed.  CIENCIAS DEL HOMBRE,1973: “ Por tanto, cuando la burguesía excomulga como «socialista» lo que antes ensalzaba como «liberal», confiesa que su propio interés le ordena esquivar el peligro de su Gobierno propio, que para poder imponer la tranquilidad en el país tiene que imponérsela ante todo a su parlamento burgués, que para mantener intacto su poder social tiene que quebrantar su poder político; que los individuos burgueses sólo pueden seguir explotando a otras clases y disfrutando apaciblemente de la propiedad, la familia, la religión y el orden bajo la condición de que su clase sea condenada con las otras clases a la misma nulidad política; que, para salvar la bolsa, hay que renunciar a la corona, y que la espada que había de protegerla tiene que pender al mismo tiempo sobre su propia cabeza como la espada de Damocles.”

[2] C. Marx, El 18 Brumario de Luís Bonaparte, OBRAS ESCOGIDAS, Bs. As.,Ed.  CIENCIAS DEL HOMBRE,1973: "La lucha de los oradores en la tribuna provoca la lucha de los plumíferos de la prensa, el club de debates del parlamento se complementa necesariamente con los clubes de debates de los salones y de las tabernas, los representantes que apelan continuamente a la opinión del pueblo autorizan a la opinión del pueblo para expresar en peticiones su verdadera opinión. El régimen parlamentario lo deja todo a la decisión de las mayorías; ¿cómo, pues, no van a querer decidir las grandes mayorías fuera del parlamento? Si los que están en las cimas del Estado tocan el violín, ¿qué cosa más natural sino que los que están abajo bailen?"

[3] Paul. Sartre, Crítica de la razón dialéctica, Bs As, Ed. Losada, 1980

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